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viernes, 3 de julio de 2020

ORIENTACIÓN VOCACIONAL


Movilizar el protagonismo del joven.
Sin desconocer la incidencia de otros factores que configuran la crisis interna del adolescente, se podría decir que la elección vocacional y el ingreso al sistema laboral, constituyen –en sociedades donde los cambios se producen a una velocidad e intensidad extraordinarias,  causas de profunda preocupación y fuente de angustia. Más aún, si pensamos que nuestro sistema educativo no ha encarado con éxito estrategias que acompañen el proceso del joven en la  búsqueda de su identidad profesional. La adolescencia es una etapa de grandes, continuos y conclusivos cambios. Constituye un difícil proceso en el que se transita de una niñez segura, dependiente, relativamente estable, con soles claros y necesidades atendidas, a un mundo adulto y en muchos sentidos desconocido para el joven.

ACEPTAR EL CRECIMIENTO
Es importante que los padres tomen en cuenta que aceptar el crecimiento de los hijos significa tener que aceptar la evolución de ellos mismos, su inexorable envejecimiento y una multitud de pérdidas y frustraciones por aspiraciones no satisfechas, que a veces tratan de colmar a través de sus hijos. En el terreno de la definición vocacional esta situación puede llegar a tener una incidencia negativa, cuando los padres pretenden que sus hijos hagan lo que ellos no pudieron hacer o que hagan lo mismo que ellos hicieron, dificultando así la realización de la propia identidad.
En este sentido el joven tropieza muchas veces con una fortalecida resistencia por parte de los padres a reconocerlo como un ser independiente, capaz de hacer opciones, ni mejores, ni peores, simplemente distintas. Así, en la problemática vocacional de los adolescentes concurren tanto factores intrapsíquicos como fuertes presiones familiares y sociales.
La orientación vocacional debería ocupar en la institución educativa un lugar de gran importancia ya que vincula el sistema educativo con el económico, las necesidades del alumno con su porvenir. Una función importante de la institución educativa debería ser ayudar al alumno a adquirir los conocimientos, los conceptos y las destrezas que le permitan tomar las decisiones por sí mismo.
Coincidimos con Rita Perdomo cuando señala que “aún aquel adolescente que pueda completar la formación básica obligatoria, hoy, con quince años de edad, debe optar por un bachillerato diversificado sin saber cuáles serán las opciones laborales en el mundo cuando tenga 25 años. Deberá estar dispuesto a reprogramarse y reformarse de por vida, deberá competir duramente para insertarse en el medio profesional si culmina estudios superiores y, si no lo hace, tendrá menos posibilidades de insertarse en el mercado laboral…Los jóvenes de hoy, además, se enfrentan a que determinadas profesiones ofrecen aparentes posibilidades de ascenso social o seguridad económica. Esto les generará expectativas o generará expectativas en sus padres, que ejercerán una presión velada o abierta sobre ellos, forzándolos a realizar los estudios aunque no tengan especiales aptitudes o inquietudes para ello.”
Es claro entonces, que, en tanto todo este proceso exige al joven desestructurar y reestructurar su mundo interno, así como las relaciones con el mundo exterior que le plantea exigencias a las que no está seguro de poder responder, la  orientación vocacional adquiere un protagonismo relevante ya que debe acompañar al chico en el planteo de sus reflexiones acerca de su futuro para intentar la elaboración de un proyecto personal que incluya una mayor conciencia de sí mismo y de la realidad socioeconómica, cultural y laboral que le rodea.
Como se desprende de lo anterior, elegir la vocación es para el adolescente algo más profundo que definir qué hacer: es elegir quién ser. No es simplemente definir un trabajo o una profesión, sino elegirse como ser humano, lo cual implica delimitar lo que no se quiere ser; supone abandonar caminos potenciales o reales, abandonar vínculos y formas de ser.
UN PLAN
Nos parece pertinente reflexionar sobre los cuatro grandes objetivos que A.G. Watts (1988) sugiere para instrumentar un plan de orientación vocacional en instituciones educativas. Este autor plantea los siguientes objetivos: tomar conciencia de sí mismo, tener conciencia de las distintas oportunidades, aprender a tomar decisiones y prepararse para la transición.
El primero, tomar conciencia de sí mismo, es responder a preguntas tales como: ¿Qué clase de persona soy? ¿Cuáles son mis capacidades, mis intereses, mis aptitudes, mi personalidad, mis valores? No se trata sólo de qué persona soy, sino, sobre todo, de la clase de persona que quiero ser. Es importante no “fijar” la identidad del alumno, sobre todo si consideramos que las posibilidades que ha tenido de crear intereses y talentos se han visto limitadas muchas veces por los ambientes restringidos en los que le ha tocado vivir y actuar. Muchas veces los docentes se ven sorprendidos ante el cambio que experimentan los alumnos al salir de la institución educativa. Es importante reconocer que la persona es dinámica y es necesario ayudar al alumno a comprender esa realidad. La elección implica entonces un proceso de reflexión, de clarificación respecto de sí mismo y de las condiciones sociales, laborales y educacionales que lo continentan, y en dicho proceso el adolescente debe ser acompañado. Esto es sin duda parte de la orientación vocacional.
El segundo objetivo es tener conciencia de las distintas oportunidades. ¿Qué es el mundo del trabajo y cómo se estructura? ¿Qué oportunidades brinda? ¿Qué exigencias imponen los distintos tipos de trabajo y qué satisfacciones ofrecen? ¿Qué otras funciones existen en la comunidad que permiten la realización de la persona? Es por supuesto tarea de la educación vocacional no referirse únicamente a la actividad remunerada sino también al papel que se ha de jugar en el hogar, al manejo del ocio, al trabajo comunitario, etc.
El tercer objetivo es aprender a tomar decisiones. Implica ayudar al alumno a relacionarse de modo inteligente con el mundo de las oportunidades a las que tiene acce4so. Con ese fin se investigan las distintas maneras de tomar una decisión y se aprende la forma de generar alternativas, acopiar y procesar información y encontrar el justo equilibrio entre la elección que se hace y la probabilidad de llevarla a buen término.
El último objetivo es la preparación para la transición. Después de tomar la decisión, ésta  debe ser llevada a la práctica. Este objetivo incluye cuestiones concretas e inmediatas tales como prepararse para las entrevistas de selección y aprender a completar los formularios de solicitud de empleo, pero refiere también a la forma de hacer frente a los períodos de transición como comprender la diferencia entre la vida escolar y la laboral.
La orientación vocacional debe ayudar al joven en el cambio y en el proceso de construcción  de su identidad. Actúa desde lo preventivo insertándose en los procesos de aprendizaje para inducir la exploración de la personalidad. Contrariamente a la concepción privilegiada durante largo tiempo, hoy no se entiende la vocación como un llamado misterioso, como algo que nace espontáneamente, sino como algo que se hace, se construye subjetiva e históricamente en interacción con otros, conforme a condiciones sociales, familiares y personales.
En resumen, si la vocación no es un llamado, ni la elección un acto puntual y repentino, elegir será el resultado de un proceso en el que los conflictos y resoluciones de cada uno están pautados por la singularidad de su historia (personal, familiar, afectiva), estructura psíquica, situación socio-cultural y, quien elige, lo hace a partir de un cierto grado de encuentro consigo mismo, reconociéndose distintos de todo otro, con una identidad nunca definitivamente establecida. Por ello el eje de la orientación vocacional pasa por el orientado y no por el orientador. Se trata de movilizar el protagonismo del joven, hacer que se conozca y conozca la realidad a fin de alcanzar decisiones autónomas y maduras.

Raquel Katskowicz es Magister en Educación (Universidad Católica) y profesora del Instituto de Profesores Artigas (IPA).

Tomado del suplemento “Padres, madres e hijos”, El País, Año 3, Nº76, Setiembre de 2000.
               

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