Soy profesora de Historia de cuatro segundos en el liceo 64. Mi
otro rol en este liceo es el de bibliotecaria. Amo lo que hago en
ambas funciones porque me desafían todo el tiempo.
Los adolescentes son muy demandantes. No quiero defraudarlos.
Corre mucho afecto, muchas emociones, expectativas y sueños por
estos espacios. La tarea demanda energía y creatividad que no
siempre fluye... por eso registramos.
Hoy quiero dejar planteadas algunas reflexiones sobre la
importancia de nuestro rol como educadores en la motivación a la
lectura. Cuán necesario es crear un espacio donde los jóvenes se
sientan bien, distendidos, tranquilos, escuchados. Así suele ser el
espacio de Biblioteca.
Al mediodía estuvieron cerca de 10 alumnas del turno matutino
haciendo tareas: unas hacían los deberes para Historia y otras
preparaban una exposición para Geografía en octubre.
En la tarde vinieron unos cuantos con distintas inquietudes. Casi
ninguno leyó. Una chica solitaria no sabía que su grupo entraba a
las 4 y la adscripta le propuso que viniera a Biblioteca. Le sugerí
que eligiera en las estanterías de “Literatura Infantil y
Juvenil”, como hacen los demás, pero no lo hizo. Al rato le busqué
un libro que pudiera interesarle y se lo di. Se lo “devoró” en
poco rato.
Eso me hizo pensar en la importancia de nuestras conversaciones
con los jóvenes. Ellos preguntan, piden recomendaciones y nosotros,
en función de lo que hemos leído, de nuestros valores, de la forma
de observar sus inquietudes, de lo que vemos que ellos leen y mucho
en función de las recomendaciones de los compañeros: leen.
Hacer buenas recomendaciones de lectura funciona algunas veces
mejor que otras, pero es una tarea apasionante. En ese camino
estamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario