“La lectura nos permite hablar con los muertos”, decía Francisco de
Quevedo en el siglo XVI. Conecta personas a través de décadas y
kilómetros, rompe las barreras del tiempo y el espacio: la lectura (y su
hermana siamesa la escritura) nos permite transmitir pensamientos de
generación a generación. Se puede legar toda una cultura porque ha
quedado impresa mientras que los rasgos de la oralidad se pierden en el
aire (¿cómo hablaban los egipcios?).
Sin la lectura viviríamos en
un mundo meramente inmediato, en un presente continuo como lo hace el
resto de los animales. O peor: no tendríamos la capacidad de abstracción
e imaginación que la escritura y la lectura incentivan.
Para continuar leyendo...
Secretos íntimos del cerebro lector.
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